Debemos ser conscientes de que, aunque los perros de caza son parte de nuestras vidas, lo cierto es que la Ley los considera un “medio auxiliar del cazador”, y por lo tanto están llamados a desempeñar un trabajo. Negar este servicio es absurdo, igual que lo sería negar el que realizan los perros de salvamento, policía, etc? En la medida en que consigamos que cada perro cumpla con las funciones y expectativas que el cazador necesita, conseguiremos que esos perros de caza tengan la importancia que se merecen y permanezcan junto al cazador.

Por otro lado es necesario establecer mecanismos y colaboraciones para acoplar y distribuir entre los cazadores y no cazadores, aquellos perros que, en función de sus características o condiciones, mejor se adapten a las necesidades que demandan los cazaderos y las piezas de caza según el territorio, y aquellos no aptos para esta tarea. En este sentido la FAC presentará en breve un instrumento que ayude a conseguir este objetivo.
 
Nuestra primera iniciativa ha de referirse, como no puede ser de otra manera, a la elección o cría de nuestro perro de caza, para ello exponemos una serie de consejos:  
 
– Conocer las características morfológicas y sobre todo funcionales -estándar morfológico y de trabajo- de cada raza, o al menos de aquellas sobre las que en un principio vamos a fijar nuestra elección.
 
– Analizar el terreno donde vamos a cazar y qué piezas de caza existen, cuáles son nuestros gustos personales y capacidades, tanto físicas, como para el adiestramiento de determinadas razas. Cualquier perro de caza puede adaptarse, puntualmente, a todo tipo de terrenos, piezas y cazador, pero es obvio que las razas se forman en función de las diversas necesidades. ¿Acaso es lo mismo un pointer que un springer? ¿Un terreno llano que uno quebrado? ¿La caza en cuadrilla que en solitario?…
 
– Debemos tener en cuenta el lugar donde va a vivir nuestro perro y el tiempo que podremos dedicarle. Es evidente que según qué razas, su tenencia, mantenimiento y adiestramiento varía. Debemos renunciar, llegado el caso, a algunas prestaciones y condicionar nuestra elección en función de nuestras posibilidades. Nuestro perro de caza va a formar parte de nuestras vidas, y una elección que no contemple todos los parámetros en los que nuestro perro puede influir, será una mala elección y un fracaso.
 
 
– ¡Elegida la raza! Es conveniente indagar en las características de los progenitores y de los afijos, es decir, en la procedencia de ese perro, ya que en una misma raza varían en función de la selección realizada y de las costumbres del lugar de donde proviene. Perros seleccionados durante años en un determinado lugar no sirven o no se adaptan en otras zonas. Es conocido, por ejemplo, que en ciertos lugares los podencos tienen un latido fácil y persistente, inapropiado para muchos cazaderos y piezas.
 
– La cría o cruces entre nuestros propios perros debe basarse igualmente en estos principios. Ha de ser responsable y ajustada a las necesidades de cada cazador, modalidades que practique, terrenos donde caza y gustos personales, alejándose de modas y tendencias que, en ocasiones, son la causa del fracaso de muchos perros. Es ir contra natura pretender modificar el comportamiento de una determinada raza. Por ejemplo: queremos que nuestro perro tenga la nariz y la muestra de un pointer y el cazar de un springer o la velocidad de un podenco y el rastro de un beagle. Esto lleva a muchos cazadores a cruzar perros con características dispares incluso dentro de la misma raza.
 
– Al cruzar debemos pretender mejorar las cualidades de los progenitores, pero en demasiadas ocasiones lo que intentamos es corregir los defectos de uno con las virtudes del otro, y en otras, añadir o quitar características. Un cruce no es mezclar blanco y negro para conseguir el gris soñado, porque en la mayoría de los casos, ni saldrá el blanco ni saldrá el negro y el gris que resulte será, precisamente, el que menos deseábamos. 
 
– Los cruces han de realizarse con ejemplares de calidad que reúnan, ambos, las cualidades que buscamos en el mayor grado posible. Cruzar un podenco mudo con uno muy latidor, uno rápido y desordenado con uno de cazar templado, uno de poca nariz y valiente con uno de grandes vientos y cobarde o uno asustadizo y arisco con uno noble y cariñoso, son experimentos condenados, en la mayoría de los casos, al fracaso.
 
Nuestros perros son de caza y por lo tanto han de realizar, como ya he dicho, una determinada función. Por ello nuestra elección o cría ha de ser, si cabe, más responsable que la de cualquier persona  que decide tener un perro como mascota, nuestras decisiones condicionarán el devenir de ese perro. 
 
El amor por nuestro perro de caza no puede ser a consecuencia de los servicios que nos presta. El amor por nuestro perro de caza empieza en el mismo momento en el que decidimos tenerlo. ¡¡Y nuestra responsabilidad, también!! 
 
Juan Beltrán Sánchez
Delegado de Podencos de la Federación Andaluza de Caza.
 


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