Quiero hablar del latido, concretamente refiriéndome al Podenco Andaluz. Dicen que: “el que mucho habla, mucho hierra” o “que en boca cerrada no entran moscas”. El latido puede pasar de ser una virtud a convertirse en una trampa donde el propio perro deje al descubierto sus incapacidades, su impotencia, o denote un comportamiento falto de rigor.

De las cualidades funcionales de un podenco andaluz, el latido es, sin lugar a dudas, una de las más difíciles de ejecutar. “Latir” es: narrar a través de una serie de ladridos y ladras lo que va ocurriendo durante el desarrollo de una jornada de caza, informando de la presencia y comportamiento de las piezas a cazar. “Latir el rastro”, “latir a parado”, “latir de acoso” o el “latido de persecución”, conforman un vocabulario que nos permite tomar las decisiones oportunas en cada momento. Ejecutarlo de una manera errónea, desmesurada o desproporcionada nos inducirá a cometer errores.
Unos y otros tenemos diferentes gustos sobre este punto, o lo que es más exacto, diferentes necesidades según el cazadero, la pieza a cazar o la forma en que cazamos. También influyen sobre esos gustos algo tan variopinto como las tradiciones, y así, en lugares donde tradicionalmente se ha cazado con perros de muestra o con otras razas y tipos de podenco encuadrados en lo que se ha dado en llamar “levantadores”, se prefiere un podenco andaluz que lata a pieza vista o incluso que no lata; por el contrario, en zonas donde habitualmente se ha cazado con perros de rastro y persecución, se pretende que el podenco andaluz imite a éstos, convirtiéndose en la versión conocida como “de castigo”. Difícil papeleta para una raza que, aunque muy polivalente y adaptable, tiene establecidos unos parámetros bien definidos sobre el susodicho latido.
La disminución de las poblaciones de especies como la codorniz y la perdiz -cazadas habitualmente con perros de muestra-, que eran la dieta exclusiva de muchos cazadores, y la difusión de perro “para todo”, capaz de mostrar, cobrar patos o seguir el rastro más tenue, amén de otras bondades relacionadas con su mantenimiento y tenencia, han propiciado el aumento de la expansión del podenco andaluz entre los cazadores. La versatilidad de este extraordinario perro de caza le ha llevado a ser la solución que muchos cazadores han elegido para adaptarse a lo que hoy les ofrece el campo. Es cierto que este perro puede cazarlo todo -pelo, pluma, caza mayor?.- y en cualquier terreno; pero no lo es menos que, como cualquier raza, tiene unas cualidades y  características definidas en sus estándar de trabajo. Elegimos al podenco andaluz creyendo que ese condicionante de versatilidad le obliga a ser nuestro perro ideal; y así le pedimos: desde que sea mudo, hasta que lata como los mejores sabuesos. Dentro de ese vocabulario amplio y rico en tonos y cadencias que el podenco andaluz contempla, debemos recordar siempre que la “proporción” y la “mesura” han de ser las constantes a la hora de ejecutar el latido. ¡Perros mudos o deslenguados no son más que los extremos de aquello que debemos buscar en un buen podenco andaluz!
El podenco andaluz no esta obligado a modificar sus comportamientos en función de nuestras necesidades, gustos o caprichos. ¡Nadie le pide a un pointer que cace al paso o a un sabueso que haga la muestra! Otra cosa es que algunos ejemplares, saliéndose de su estándar, tengan características diferenciadas útiles para ciertas funciones o cazadores.  Este podenco se merece, como raza que es, que lo aceptemos tal y como es; pretender hacer de él un perro a medida de cada uno de nosotros nos llevará irremediablemente a perder aquello por lo que lo hemos elegido como el mejor compañero posible.


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