Hasta siempre Chata

Perdona Chata que haya tardado unos días en escribirte estas líneas pero tú, que me conoces perfectamente, sabes que soy de lágrima fácil y emociones fuertes lo que me impedía escribirte antes por no ver con claridad las palabras que te dedico y eso me aturdía.

Recuerdo perfectamente cuando fui a recogerte, naciste en las Corchas, prestigiosa finca donde no nace cualquiera; y fuiste producto de un regalo de mi hermano Carlos, mi querido Carlos. También en mi mente está cuando en aquella preciosa camada de Drahthaar, hijos de la Kora, todos corriendo, te alejaste más de la cuenta y te quedaste un poco aislada, oliendo el nuevo mundo, lo que te iba a brindar la vida. Me quedé mirándote, me fijé en ti y, sin dudarlo, le dije a Carlos que me dio a elegir, me quedo con esa. Le voy a poner Chata a lo que él, con tranquilidad, me contestó el nombre está bien puesto, es corta de hocico.

Partimos hacia tu nuevo hogar, en Fuente Piedra, en tu casa, tu jardín, éste que defendías con ahinco; nunca tuviste un mal gesto con los niños, nunca tuviste un mal parecer con el ser humano, sino todo lo contrario porque, Chata eras muy humana. Aún recuerdo como en tu vivienda, en casi mitad del campo, ponías a las ratas en su sitio; como, en tu jardín, nadie se quejó de un mal ladrido ni una mala costumbre. Como siempre, era la noble Chata, la buena de la Chata.

Tuvimos una etapa preciosa, pero la vida son etapas; y, llegó un momento en que, por razones que no vienen al caso ahora explicar , tuvimos que marchar . Una nueva experiencia, un piso, nada de jardín, pero te acostumbraste asombrosamente, como si llevaras viviendo en él toda la vida. Nunca te quejaste.

Porque no decir lo que te encantaba, viajar a mi lado en el coche y ocupar mi asiento en cuanto podías; acompañarme a los juicios, venir conmigo a la sede de la federación, llegó incluso el momento en que se extrañaban cuando no aparecías. No pocas tardes te echabas a mis pies en la oficina, sin inmutarte para que nadie se percatara de tu presencia, como sabiendo que no era sitio para mostrarte. Claro Chata, porque tu sabias perfectamente cuando podías hacer y cuando no ; sabias lo que quería en todo momento, eras mi fiel compañera .

Me vienen a la mente aquéllos “juevecitos marcheneros”, llenos de historias, en los que fuiste la número uno en gallinas y pavos, que incluso Antolín protestaba por que después de pagarlos no me los traía.

Es cierto que me acompañaste en los mejores momentos, pero no lo es menos que estuviste a mi lado también en los peores, no sé que hubiera sido de mi sin tu compañía en la soledad del encerramiento por el covid.

Y, oye, no se te olvide, fuiste portada del Mundo, pocos perros pueden tener ese privilegio Chata.

Que te gustaba el agua, como te lanzabas en busca de las truchas cuando pescábamos; o , en el pantano, detrás de los patos. Han sido muchas las horas que has pasado a mi vera, muchas, y has sido cómplice, en silencio, de mis vivencias y experiencias en los últimos 14 años.

Pero claro, como todo perro de cazador, no sólo has vivido a mi lado sino que has cazado conmigo todos estos años. Los cazadores tenemos un doble apego a nuestros perros Chata, por acompañarnos y por compartir la pasión por la caza. Porque para ti, Chata, igual que para mí, la caza era pasión. Sabes, el otro día Kike me decía, Ale, no creo que haya una perra en España que haya cazado tanto como ella; quizás sea una afirmación un tanto arriesgada, pero no descabellada. Cazaste mucho, porqué yo cacé mucho. Nuestra figura acoplada en las campiñas de Sevilla, o en tierras Burgalesas o los innumerables sitios que hemos ido, seguro que está en la mente de muchos. Eres perra de cazador a mano, como yo, cazador a mano. Tú siempre me acompañaste, no concebía ir sin ti. Incluso en su último año de vida no te dejaba atrás, una horita eso sí, pero cazaste; no podía soportar dejarte en casa, se te caía la cara de tristeza, para mí era un traición no llevarte. Y no crean, ella se seguía sintiendo bien porque hacía lo que más le gustaba como perro cazador que era, cazar.

Quienes nos conoce sabe que fueron muchísimas las jornadas de caza, muchísimos lances los vividos pero serían tan largos y extensos de contar que no cabrían en esta carta, y sería injusto incluir unos y excluir otros, así que los dejo para el libro que algún día te dedicare. Tus cualidades como perra cazadora no las voy a decir yo, estaría feo, pero las saben todos aquéllos que te vieron cazar, caza de verdad, la que como a mí a ti te gustaba. Como decía el entrañable Alfonso con sinceridad, la diferencia no está entre nosotros y Alejandro, la diferencia está entre la Chata y los demás perros. Como presumía de ti mi hermano Alberto.

Me dicen Manolo, Carlos, Kike , Alfonso …..y todos aquellos con los que compartiste jornadas de caza que seguro donde estés me estarás esperando ; y me lo creo y no te preocupes que yo iré a buscarte.

Estuvimos juntos hasta el último segundo Chata, percibiendo en tus ojos como, a través de tu poderoso viento, sentías las cuatro manos que te acariciaban. Hasta siempre Chata pues estoy dejando de ver con claridad las palabras



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