Adiós Kora

Hoy nos dejo la Kora. Esta perra ha sido muy importante para mi, tanto en el aspecto personal como en mi vida cinegética. En lo personal, porque era la perra de mi querido y entrañable Carlos con quien, con total seguridad -amen de ser como hermanos-, ha sido la persona con la que he compartido durante 40 años las mas diversas y numerosas jornadas de caza; Kora, además, era la madre de mi fiel Chata. En mis experiencias cinegéticas, porque la acompañé en mil jornadas, y ha sido y será la mejor.

Aún recuerdo las primeras salidas, cuando Carlos me la dejaba para que la campeara; recuerdo en la viña emparrada, corriendo detrás de las liebres cuando de cachorra con seis meses y la gente que la observaba afirmaba “nunca he visto una perra con esa afición”. Recuerdo la primera muestra a una collera de perdices, con “er mani”, en las yeguas de Marchena, donde pude abatirle una cuando tenía escasos siete meses, y perdices de verdad, no de esas de bote.

Y a partir de ahí, una y mil estampas y vivencias más. Por mencionar alguna, era una maravilla ver a Carlos cazando la codorniz con Kora por tierras burgalesas o palentinas, y ver al animal como metódica y persistentemente repasaba todos los rastrojos y ribazos sin dejar ni una atrás, mostrándolas firmemente y cobrándolas a la mano con precisión; y qué decir de la perdiz de la campiña Sevillana o los conejos… la “máquina alemana” la bautizamos: era increíble las posturas que llegaba a hacer. Como después de haber pasado todos, siempre llegaba Kora y mostraba la más esquiva perdiz. O, escuchar a Carlos con la boca llena decir “no he perdido ni un zorzal” después de tremendas tiradas en el monte o donde fuera.

O los puestos palomeros de las Corchas, asomados a los barrancos con mas de cuarenta grados y ver la Kora subir y bajar y no dejar una paloma ni tórtola atrás; y las salidas a los patos, donde en aquella ocasióN en Extremadura que rápida en el cobro no dejaba un pato en el agua, frustrando así al interés y las ganas de llegar antes que los labradores allí presentes ponían.

O como describir el brillo en los ojos del amable y tranquilo Carlos , cuando contaba que en aquella pantaneta en la que había entrado el cochino nadando y acosado por los que, al llegar al agua, se pararon y desde la orilla sólo ladraban pero ninguno entraba, y como no, la Kora entró y lo saco ella sola del agua. Que valiente era.

Qué decir de aquellos ojeos en Marchena, en los que no perdía ni un solo pájaro. Carlos nunca presumió de nada, nunca alardeó ni compitió con nadie, pero compartió con sus amigos al estupendo animal. Su dueño, fue metódico con ella, la educó a la perfección, porque para Carlos la caza sin perro no tiene sentido. Cuantas veces le pedimos “Carlos trae a la Kora, que se me ha perdido una perdiz , o tórtola…” o lo que fuera, y allí que venía ella portándola al momento en su boca. Fue excepcional, y disfruto de la caza al igual que nosotros disfrutamos de ella.

También tuvo sus momentos “graciosos”, como cuando cazando la codorniz en Burgos se avalanzó con su hija a una manada de ovejas y los mastines pusieron las cosas en su sitio; o el día en que, también con su hija, me encontré a Carlos tirado en el suelo agarrando a las dos porque tenían trincado a un cochino, ibérico, de los buenos, de muchas arrobas.

Podríamos contar mil cosas de ella, en definitiva, fue una DRAHTHAR excepcional, única, lejos de competiciones, cazando de todo, siempre caza salvaje y que fue para mí y muchos más, la mejor.

Te merecías estas líneas y espero que hoy estés descansando, y siempre nos acordaremos de ti, porque estuviste con nosotros y nos acompañaste los mejores catorce años de nuestra vida. No habrá otra perra más completa que tu, Kora, y con tu hija, La Chata, a mi lado mirándome, con ojos como si presintiera lo ocurrido, y con mi mente puesta en Carlos, me traslado en el pensamiento con mi gente al chaparro del Cerro del Romero para desde allí decirte adiós. 



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