Conejo, eslabón clave.

Días pasados me hice con el número de mayo de la revista QUERCUS. Para quien no la conozca, esta revista es la decana de la prensa ambiental y es una revista que trata sobre la observación, estudio y defensa de la naturaleza, razón por la que resulta evidente que no es nada sospechosa de velar por …

Días pasados me hice con el número de mayo de la revista QUERCUS. Para quien no la conozca, esta revista es la decana de la prensa ambiental y es una revista que trata sobre la observación, estudio y defensa de la naturaleza, razón por la que resulta evidente que no es nada sospechosa de velar por los intereses de los cazadores. Esto y el hecho de que un precioso conejo ilustraba su portada con el título: Conejo, eslabón clave, fue lo que me llamó la atención. No pude resistir la tentación.

Contiene este número dos capítulos o apartados referidos a estudios dedicados al conejo de monte; en concreto, uno de ellos se refería a un proyecto de la Junta de Andalucía en las sierras de Cardeña y Montoro sobre restauración de hábitats para el conejo de monte mediante la naturalización de pinares de repoblación; y el otro, dedicado a la “plaga” de conejos en la campiña de Córdoba.

Ambos estudios son sumamente interesantes y están coordinados por especialistas y profesionales andaluces, lo cual es un motivo de satisfacción. Os invito a todos a leerlos.

En esta entrada, únicamente voy a detenerme en algunas de las conclusiones extraídas por los científicos en relación al estudio sobre la “plaga” de conejos en la campiña cordobesa así como las soluciones propuestas.

A juicio de los autores del estudio, son innegables los daños económicos que las poblaciones de conejo provocan en los cultivos agrícolas de la campiña cordobesa; sin embargo, entienden que quizás no estemos ante una plaga o ante una magnífica sobrepoblación de esta especie y, en consecuencia, no sea el nivel poblacional de la especie la causa eficiente de los daños. Los autores apuntan en otras direcciones: un menor impacto de las enfermedades que afectan al conejo, presencia de suelos blandos que facilitan la excavación de madrigueras, escasa incidencia de la depredación silvestre y la enorme transformación que ha sufrido el campo andaluz.

Es en esta última de las causas apuntadas –agricultura agresiva- en la que los autores hacen mayor hincapié en su estudio denunciando la agresividad de los actuales usos agrícolas, la desaparición de la cubierta de vegetación natural, la intensificación de las técnicas agrícolas y el uso y abuso de herbicidas, acciones que han dado lugar a la simplificación extrema de los paisajes agrarios. Concluyen que el problema seguirá en un futuro y serán necesarias intervenciones para controlar al conejo y los daños que provoca ya que los usos agrícolas seguirán como hasta ahora. El conejo necesita comer y comerá de lo que haya en el campo, en un primer momento, acudirá a las herbáceas y ante la falta de éstas se acercará a los cultivos leñosos.

A excepción de una de las soluciones aportadas y a la que me referiré al final, no me ha sorprendido lo más mínimo este estudio y sus conclusiones. Todos los que andamos por nuestros campos sabemos el daño que la agricultura, fundamentalmente el olivar, está haciendo a la biodiversidad provocando la desaparición de lindes, sotos, cubierta vegetal, insectos, plantas arvenses, erosión perjudicial del suelo, etc… El daño al medio ambiente es enorme y el beneficio económico es la justificación al mismo.

Como solución apuntan, en primer lugar, a la necesidad de trazar una estrategia que opte por un modelo de agricultura menos agresiva. Y yo añado, una agricultura que compatibilice y concilie el respeto al medio ambiente con la obtención del necesario beneficio económico, conciliación que se me antoja totalmente factible.

Y, en segundo lugar, apuntan como solución la de optar por estrategias basadas en la funcionalidad del ecosistema mediante, por ejemplo, el restablecimiento de las comunidades de depredadores que pudieran servir para regular de forma natural las poblaciones de conejo.

O sea, que para controlar al conejo debemos repoblar con zorros, meloncillos, rapaces, etc.., para que se los coman. Dicho de otra manera, intentamos solucionar un problema creando otro. Me parece una solemne y académica estupidez; al cabo de unos años, no muchos, estaríamos hablando de recuperar las poblaciones de conejos en la campiña cordobesa debido a la excesiva predación natural; y quizás fueran los mismos autores de este estudio los que hablarían de ello. Considero desmedida esta opción y no la comparto de ninguna manera. Es un golpe bajo a los cazadores que también sufren este problema de los daños agrícolas y que, en ningún caso, son la causa del mismo sino, en todo caso, una parte de la solución.

Velaremos para que no se pongan en práctica este “restablecimiento de las comunidades de depredadores”; hasta ahora no había dado crédito a los comentarios de muchos cazadores que, según ellos, habían visto soltar meloncillos, rapaces, culebras … A partir de ahora, no sé qué pensar cuando de manera pública y científica se apuesta por medidas de esta naturaleza.



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