Caza, cultura y educación

No descubro absolutamente nada al referirme al ambiente de incomprensión que genera, entre la opinión pública, nuestra actividad, incomprensión que degenera en agresivos ataques contra quienes la practicamos. Y que, por supuesto, provoca nuestra agresiva respuesta en defensa de nuestros principios y valores como cazadores, que los tenemos obviamente.

A menudo y a modo de justificación de nuestra actividad, los cazadores nos enorgullecemos de contar entre nuestras filas con personajes de indudable importancia o relevancia en el mundo de la cultura -en estos momentos recuerdo a Miguel Delibes o al mejicano Guillermo Arriaga-. Amparados en estas figuras célebres, parece como si nuestra actividad estuviera más legitimada o más justificada, como si pareciéramos menos “salvajes” por el hecho de compartir esta afición con personajes insignes del mundo de la cultura. Además, sus excelentes plumas nos suministran frases que engrosan nuestro particular “arsenal dialéctico” cinegético.
 
Traigo a colación este asunto tan recurrente para los cazadores, debido a que el pasado fin de semana, mientras ayudaba a mi hijo con su lectura obligatoria de fin de semana, me encontré con la agradable sorpresa de que el libro escogido por su profesor trataba, en buena parte, sobre la caza. Su título: “El Zoo de Pitus” y su autor Sebastià Sorribas, editorial La Galera.
 
Mi sorpresa fue mayúscula, y entenderéis que justificada, cuando entre su índice me encuentro con capítulos como el que lleva por título “Cazar pájaros con reclamo”, o aquel otro titulado “Cazar conejos sin escopeta”, este otro “Una maleta llena de cosas para cazar animales montaraces” u otro “Más emociones … y por fin cacería”. Sentí una satisfacción enorme pues, aunque para mi hijo es absolutamente normal hablar de caza, pensé en aquellos otros compañeros de clase cuyos padres no son cazadores y que habitualmente no hablan de caza. Que en una lectura infantil se trate la caza de la manera tan sensata y lógica como se hace en ese libro, que un niño de nueve o diez años pueda leer sobre un hecho tan natural como la caza … simplemente me produce, como cazador, una agradable satisfacción; al igual que pensar en aquellos padres y madres que también tuvieron que ayudar a sus hijos con la lectura y que también tuvieron que leer sobre caza. 
 
Y, al igual que satisfacción, también me produce alivio pensar que en la educación pública y dentro del colectivo docente hay profesores, como el de mi hijo, comprometidos con una educación integral, apartada de prejuicios de cualquier naturaleza, y cercana a la realidad social, en este caso la andaluza, donde los cazadores somos cientos de miles de hombres y mujeres. 
Como padre y como cazador, agradezco enormemente estos gestos y esta labor que quizá puedan servir para que estos niños puedan comprender en algún momento aquello que escribió Guillermo Arriaga: “la caza acerca a la verdad de las cosas”.
 
PD.- Y que conste: el tutor de mi hijo no es cazador, más mérito aún.


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