- 06/03/2015
- Categorías: Cosas de Caza, Opiniones
De nuevo me acerco a estas páginas, y ahora con una nueva responsabilidad dentro de la FAC, que afronto con ilusión. Pero no es ese el motivo de esta breve nota, abierta a aquellos cazadores de escopeta o no, que leáis estas líneas.
Hay una imagen de nuestros cotos, y por ende de “nuestro” campo, que se repite en mi retina, y seguro que en la de muchos de vosotros, y que cada año me escuece más, e incluso en algunas ocasiones llega a indignarme. Y no quiero entrar en la cantidad de foros en los que es continua denuncia y que, en este caso hay que dar la razón a grupos ecologistas y ciudadanos en general, que también son usuarios del campo, entendido como bien social y natural.
No hay foro, revista, tertulia o red social en la que no proclamemos nuestro amor a la naturaleza y nuestro espíritu de conservación, aunque realicemos una actividad que, para algunos círculos poco informados y anclados en una concepción de otros tiempos, sea contraria al esquema general de ecología ambiental; no hay momento en el que no nos definamos como abanderados de la protección del medio natural. De hecho, en todos los cursos, jornadas, conferencias o charlas nos mostramos a favor del lince y en contra de los venenos, de todos los venenos; a favor de una gestión agrícola menos agresiva y en contra de los fitosanitarios que aniquilan hasta los “pajaritos”; a favor de una caza sostenible y en contra del furtivismo…a favor y en contra de una larga lista de acciones, actitudes y comportamientos relacionados con la naturaleza.
Sin embargo, haz lo que yo diga, pero no lo que yo haga. Año tras año se repite la misma imagen, la de las vainas vacías de los cartuchos tiradas en el campo, en nuestro campo, que en el fondo no es nuestro, ya que tiene un dueño o el dueño somos todos.
Desde la escuela de caza chocamos continuamente con una realidad socio-cinegética que parece invencible. Los niños, los adolescentes, los aprendices de cazadores observan como sus mayores no recogen las vainas vacías de los cartuchos. No me cabe duda, y seguro que no les cabrá duda a ustedes, de que la voluntad de recogerlas prevalece sobre cualquier medida a tomar, pero desde este modesto altavoz me gustaría proponer lo siguiente:
- 1.- Llevar siempre al campo “un recipiente” (una bolsita que cuelgue de la percha, uno de los bolsillos del chaleco, un bolsillo del macuto, etc.) en el que resulte fácil introducir los cartuchos gastados, con el fin de que no resulte engorroso guardarlos y resulte un acto cómodo.
- 2.- Utilizar cartuchos de colores vistosos (naranja, blanco, rojo, amarillo azul eléctrico), evitando los verdes, marrones o negros que se puedan camuflar y nos hagan desistir de buscarlos. Aunque bien es cierto que incluso los vistosos llegan a esconderse los condenados.
- 3.- Cuando cacemos arroyos, y si somos usuarios de armas semiautomáticas, orientar la ventana de expulsión, siempre que nos sea posible, hacia el exterior del cauce de arroyo, para que tras el disparo, la carcasa vacía no caiga a la caja del arroyo donde puede ser difícil, e incluso imposible, recuperarla.
- 4.- No hace falta llevarlas a casa, en el primer contenedor que encontremos, las depositamos.
- 5.- La voluntad y el buen hacer de recogerlas, servirá de ejemplo a nuestros menores y, si estamos solos, nos reconfortará el que podamos decirnos que somos unos cazadores responsables frente a nosotros mismos, con la única recompensa del deber cumplido.
- 6.- Estoy escribiendo estas breves notas en un día muy especial para mí y para todos los andaluces, el 28 de febrero. Por ello quiero recomendar que se utilicen cartuchos españoles, y si son andaluces, mejor, que los hay excelentes y de una calidad muy superior a muchos de los más reputados de otras nacionalidades.
Así lo hago yo y así esperaré que sea.
