Cuantos más gatos, más ratones

No cabe duda que la caza está inmersa en un desconcierto absoluto. Y que parte de este caos empieza o se agudiza con el vergonzoso e ilegal proceso electoral (2012) de la Real Federación Española de Caza (RFEC) y todo lo posteriormente ocurrido. Se podría pensar que la desvergüenza demostrada por quienes tienen la obligación de defender los intereses de los cazadores y representarlos dignamente, obedece a un plan más ambicioso encaminado a garantizarse perpetuidad y prebendas. Cada uno las propias.

Es en este mar revuelto donde, por un lado, surgen infinidad de organizaciones, entidades, grupos, asociaciones y demás; auspiciadas incluso por quienes, en vez de dividir, debieran aglutinar. Por otro, aquellas ya existentes, se apresuran a reclamar parte del pastel erigiéndose en los defensores de la caza -cualquier caza- y los cazadores -cualquier cazador-, sin pararse a pensar si su ideario coincide o no con los intereses de sus supuestos representados. ¡La defensa de la caza parece ser un negocio emergente! 
 
Sin embargo y a pesar de los esfuerzos de unos y otros, de tantas voces -incluidas las de aquellos que han decidido hacerse cronistas de esta guerra en vez de soldados-, los ataques a la caza se recrudecen y la batalla se va perdiendo en cada frente. Nos cuesta a los cazadores entender como entre tanto General, reunidos un día sí y otro también para diseñar estrategias y contraataques, no conseguimos reducir al enemigo. Quizás el problema viene dado por la creencia, errónea, de que la caza se defiende a través de guerrillas; en las que cada uno utiliza su propia estrategia para asegurar sus intereses. Cualquier modalidad, tipo o grupo de caza, tiene constituido su batallón y nombrado su General. Resultado de la desconfianza en nosotros mismos. No hemos sido capaces de formar un gran Ejército para garantizar la seguridad de la CAZA, para defender nuestras fronteras y para proteger a nuestras gentes; seguramente porque quien tuvo la oportunidad de organizarlo se preocupo poco o nada de unir las tropas y pensó que solo con él bastaba para ganar las batallas. 
 
Ahora son varios los que pretenden crear y liderar ese gran Ejército; entre ellos la RFEC… ¡Los mismos que fracasaron! Reclaman la unidad de esas tropas y la sumisión de los Capitanes para ser liderados por un General que, ni ha subido el escalafón de mando ni cuenta con el apoyo de la mayoría de la tropa. Difícil empresa. El resto, cada cual con su rango, buscan soldados o mercenarios para su guerrilla entre los desilusionados, los cabreados, los desterrados, los desertores…; ofreciéndoles gloria y conquistas. 
 
Pero para ganar las batallas vamos a necesitar algo más que una guerra de guerrillas; algo más que un número creciente de generales, capitanes y tenientes con sus pequeños batallones, reuniéndose forzosamente, a la vista del peligro, para socavar al común enemigo. Vamos a necesitar a un verdadero ejército, organizado, disciplinado, con un objetivo y una estrategia común, liderado por un verdadero General con la única pretensión de defender LA CAZA y acabar con los ratones. 


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