¿Y así queremos salvar la Perdiz Roja?

Quiero pensar que si están leyendo esto es que visitan con asiduidad la página web y las revistas de la FAC, e incluso, otras revistas y portales del género.

Desde hace unas semanas, SOS: perdiz roja, Intercotos Andalucía, y las referencias en las diferentes reuniones de las asambleas provinciales de la FAC, denuncian el declive de la perdiz roja en nuestros cotos.
Soy biólogo y cazador, y si me lo permiten, muy biólogo y muy cazador, ya que fue, precisamente la actividad cinegética la que me llevó a mi formación universitaria como biólogo. Esta dualidad, que a algunos les puede parecer contradictoria, hace que me indigne ante ciertas actitudes obtusas y necias de unos y otros, y ante ellas saco mi vena biólogo-ecóloga o cinegética según la circunstancia o la situación lo requieran.
En el caso que me trae hasta estas líneas, la indignación tiene la doble vertiente, la profesional como biólogo, y la lúdica por mi afición a la caza. La foto que acompaña a estas líneas está tomada el día 10 de mayo de este año en el término municipal de Arcos de la Frontera (Cádiz). Hasta cuatro días antes, el espacio fotografiado era un trigal de 50 cm de alto en el que, personalmente, tenía controlados tres nidos de perdiz con 15, 18 y 17 huevos a punto de eclosionar. Varios eran los nidos de estepáricas que allí había (cogujadas, alcaravanes…). En él todas las mañanas cantaban una docena de machos de codorniz, y por si esto fuera poco, había un nido de aguilucho cenizo con tres pollos como tres nubecitas de algodón. ¿Ustedes creen que tuvieron el más mínimo miramiento, ni con la caza, ni con el resto de especies protegidas que allí se encontraban, y sobretodo con una que debía ser emblema de nuestros territorios estepáricos, como es el aguilucho cenizo? En poco más de 24 horas, el trigo lo segaron, empacaron la paja y araron la parcela, dejándola, como se puede ver en la foto, como un solar.
¿Y así queremos salvar la perdiz roja? En la mayoría de las ocasiones el problema es complejo y difícil de acotar y resolver. En otras, la solución la tenemos delante y no la vemos, o no la quieren ver desde los estamentos que tienen potestad para ello.
Esta situación es solo un ejemplo de los cientos, quizás miles de hectáreas devastadas por una agricultura muy agresiva con las especies cinegéticas y no cinegéticas y, en general, con el medio ambiente, del que tanto presumen de proteger y conservar muchos sectores de la sociedad y por el que poco o nada trabajan. Vaya por delante que entiendo que el agricultor quiere sacar el máximo rendimiento a sus tierras, que son de las que vive él, su familia y, quizás otras familias, pero… ¿no hay otra manera de hacerlo?
Desde esos mismos ámbitos no piden y nos imponen a los cazadores una gestión de los recursos cinegéticos equilibrada, no abusiva y renovable. 
Todos nosotros, en mayor o menor medida, hemos comprendido que para cazar hay que conservar, pero también tienen que entender que para conservar hay que cazar, porque sino se llegará a las situaciones ridículas del encarcelado de los conejos en las vías del AVE, de la contratación de “cazadores profesionales” para abatir superpoblaciones de cabras, ciervos o cualquier otra especie, que son un bien común  del que, la caza social, que es la que defendemos desde esta Federación, debía beneficiarse, y pagar por ello, generando riqueza, puestos de trabajo y gestión sostenible de nuestra fauna cinegética y de nuestros campos.


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