El riesgo de la sobreabundancia de especies cinegéticas

Ahora que ha caído este artículo en mis manos, recuerdo el desafortunado espacio que dedicaron en un famoso programa de televisión a criticar la iniciativa de fomentar la caza entre los niños ridiculizando una publicación al respecto. El conocimiento riguroso de lo que ocurre en el medio natural en distintos escenarios, es la única forma de no caer en tópicos en uno u otro sentido, de no idealizar la vida en la naturaleza y de considerar a las distintas especies animales dentro de su verdadera función en el medio, donde pueden pasar de ser un elemento imprescindible para su conservación, a una verdadera amenaza para la misma.

Comentamos en este sentido un artículo titulado Riesgo de enfermedades y sobreabundancia de especies de caza (Gortázar y col. 2006), en el que se analizan a nivel europeo varios casos sobre esta temática y las posibilidades de limitar tales riesgos. Técnicamente, la sobreabundancia de una especie se define como aquélla que afecta al bienestar humano y a la aptitud de la propia especie, reduce la densidad de especies con valor económico o estético, o causa disfunciones en el ecosistema. Seguro que todos estos aspectos nos han evocado muchas imágenes de conejos, liebres, jabalíes, ciervos o cabras monteses actualmente en nuestros campos.

La sobreabundancia de una determinada especie, suele llevar asociada una agregación de individuos y unas altas tasas de parásitos y transmisión de los mismos por contactos entre los ejemplares. Se ha demostrado como los bebederos para la perdiz actúan en este sentido en las zonas en las que puede existir una sobreabundancia puntual (por ejemplo tras una suelta), siendo focos de transmisión de la tuberculosis aviar. A esto se le unirían los altos índices de parásitos que aportan los individuos procedentes de las granjas y que fueron motivo de otro artículo de esta misma sección.

El jabalí sufre en la actualidad un incremento poblacional nunca registrado hasta ahora, y ello ha contribuido a la expansión de diversas enfermedades como la fiebre porcina clásica, la enfermedad de Aujeszky, el circovirus porcino tipo 2 y tuberculosis bovina, entre otros. La proliferación de especies no autóctonas y la interacción entre especies muy abundantes es otro problema añadido. Entre 1999 y 2004 y tras analizar 76 cotos de caza, los autores concluyeron que de unos 2.000 ejemplares de ciervos y jabalíes analizados, el 84% de la población presentaba la tuberculosis bovina, porcentaje que era menor en las poblaciones en las que no convivían ambas especies.

 

 

Los cérvidos son la familia de especies cazables que más comúnmente presenta problemas de sobreabundancia, especialmente en las zonas donde no se cazan (áreas protegidas y periurbanas) y son mucho más evidentes en las especies gregarias de la familia, como el gamo o el ciervo, donde la tuberculosis bovina o la paratuberculosis, causan serios problemas por su facilidad de contagio en los grupos.

Cuando una alta densidad de ejemplares coincide en el tiempo con una limitación en los recursos disponibles, la aparición súbita de parásitos suele producirse por la debilidad de los ejemplares y la congregación de los mismos en busca de los pocos recursos disponibles. Este fue el caso de la Cabra montes en Las Sierras de Cazorla y Segura a finales de los 80, que llevó a la población a un disminución próxima al 90%, y que a duras penas se está recuperando en la actualidad tras más de 30 años del suceso.

La sobreabundancia de individuos tiene, además de un efecto directo sobre la propia población a la que le afecta, un reflejo indirecto por la posibilidad de afectar a otras especies distintas y provocar una pérdida de vegetación y de suelo por sobreexplotación de los recursos.

Finalmente, los autores plantean las medidas de gestión para evitar la sobreabundancia de ejemplares. Entre ellas figuraría el prohibir el aporte extra de alimentos o agua cuando éstas se demuestren como las causa del contagio de los individuos. Pero especialmente se aboga por actuar sobre la gestión cinegética de las poblaciones. Los autores citan como medidas deseables en este sentido, concienciar a los cazadores de la importancia de primar la calidad de los trofeos sobre la cantidad, siendo estos dos extremos a veces incompatibles, y sobre todo, instar a los gobiernos y agencias a aumentar los cupos de capturas de las especies con sobreabundancia con una frase literal que describe la situación… es evidente que en ausencia de predadores, la caza es el principal mecanismo para la regulación de los ungulados. La otra alternativa planteada es el restablecimiento de las poblaciones de los grandes predadores en el ecosistema (básicamente lobos y osos), analizando previamente los conflictos sociales y económicos que ello podría plantear.

Parece sensato que la gestión a medio y largo plazo de las poblaciones de especies propensas a la sobreabundancia (casi todas especies cinegéticas), no se plantee a golpe de declaración de emergencia cinegética, sino a través de una gestión que permita un equilibrio poblacional, sobre todo, en los Espacios Naturales. No olvidemos que son éstos los que albergan el patrimonio natural más valioso que, de otra forma, puede acabar siendo literalmente “comido” por aquello que queremos proteger.

Bibliografía citada
Gortázar, C. y col. (2006). Disease risks and overabundance of game species. Eurpean Journal of Wildlife Research, 52: 81-81.

 


Este sitio web utiliza cookies propias y de terceros, para analizar nuestros servicios y mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias, en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos de navegación (por ejemplo, páginas visitadas). Puede configurar, aceptar y rechazar la utilización de cookies u obtener más información AQUÍ.