¡Cazar en tiempos revueltos!

Es evidente que los tiempos andan revueltos, no solo para la caza, también en otros muchos temas. Una falta de sentido común se ha apoderado de opiniones, decisiones y propuestas. Grupos políticos, ONG, movimientos, asociaciones, organizaciones… buscan, con peticiones y normas, mejorar nuestras vidas, proteger el planeta, las especies?. El medio natural y sus habitantes. Día sí y otro también nos dicen que comportamiento moral y ético debemos tener. Un repaso por las redes sociales y quedas saturado de ese ambiente "verde" que, al parecer, ha de envolver nuestra existencia. Luego, buscas ejemplos de todo aquello que dicen debería ser este mundo ideal que pretenden conseguir, y la verdad, encuentras pocos o ninguno. Los mismos políticos, ONG, asociaciones, etc., aparecen involucrados en escándalos de todo tipo y calaña. Protectoras denunciadas; ONG investigadas; políticos… ¡para que hablar de los políticos!

No se trata, de ninguna de las maneras, de justificar comportamientos indignos en nuestro colectivo o de cercenar derechos o bienestares que han de ser garantizados y defendidos. Sin embargo, la “tontuna” se esta apoderando de opiniones y tendencias. Seguramente la falta de salida profesional está llevando a muchos, a través de esos movimientos autodeclarados salvadores del mundo, subvencionados y protegidos, a buscarse las habichuelas. Utilizando, demagógicamente, el trabajo y recuerdo de personas a las que no les llegan ni a la suela de los zapatos, como ejemplos de su ideario. Se me viene a la cabeza esa expresión de: “haz lo que yo diga pero no lo que yo haga” para definir lo que, en la mayoría de las ocasiones, predican.

Podría ser también que estas personas tengan tan solo un problema moral, de tal manera que para compensar sus propios comportamientos o prácticas en otros ámbitos, utilicen, hipócritamente, un supuesto interés por aquello y aquellos a los que pretenden proteger. Pero vayamos a lo que me interesa… ¡La caza y los cazadores!

Día sí y día también nuestra actividad, acciones, comentarios o fotos, son utilizados en nuestra contra en redes, prensa escrita o televisión. Pero conocido y reconocido el enemigo, y el método… ¡Preparemos nuestra defensa!

No predico en demasía lo que es tendencia en nuestro colectivo: entrar al trapo de provocaciones y comentarios devolviendo los golpes, en la mayoría de los casos, con poco acierto. Tampoco comparto el desmedido interés por buscar justificaciones que nos reporten mejor imagen ante quienes nos insultan o desconocen. Está claro que la caza es lo que es y vestirla de otra manera lo único que consigue es hacernos menos creíbles.

Analizando el recorrido que los cazadores venimos haciendo en estos últimos años y los resultados, veo, que la estrategia no consigue sus objetivos. Durante este tiempo nos hemos esforzado en dar a conocer la caza, demostrar nuestra buena gestión, nuestro compromiso, nuestra colaboración. Durante este tiempo hemos utilizado la ciencia y participado en todos y cada uno de los acontecimientos, propios y ajenos, que han tenido algo que ver con la caza sin eludir los que, en muchas ocasiones, han sido una trampa para desacreditarnos. Hemos cambiado en gran medida nuestra imagen y nuestros comportamientos, para ello, no hemos parado de hablar de “reciclaje”, “compromiso”, “conservación”, “sostenibilidad”… como si los cazadores, viejos y nuevos, no hubiesen demostrado desde siempre que esos principios son irrenunciables. Sin embargo, el acoso no cesa y en cada una de las ocasiones en las que los cazadores asistimos a foros, jornadas, charlas o congresos para demostrar nuestro buen talante y capacidad para entender lo que se nos pide, vuelven a insultarnos. Nos consideran incapaces de gestionar la caza, desconfían de nosotros y nos cuentan el mismo cuento de antaño.

Dicho esto, toca plantearse qué hacer.

Me parece que lo primero debiera ser dejar de dar tanta explicación del por qué somos cazadores. Deberíamos sentirnos orgullosos de ello sin entrar al trapo de provocaciones, dimes y diretes. Pero deberíamos también volver a las raíces de la caza, a los valores de antaño, a aquella caza que tenía como origen la necesidad de su aprovechamiento -recuerdo como de niño, una pieza de caza era sinónimo de comida-, deberíamos desvincularla, en gran medida, de ese negocio irreverente en la que la hemos convertido, en la creencia, de que la generación de riqueza económica sería la tabla de salvación.

¡Somos cazadores! y la caza es lo que es: vida y muerte, regeneración y aprovechamiento, tradición y cultura. Nada inmoral o vergonzoso.

Por otro lado nuestra unidad es imprescindible. Pero necesitamos un proyecto común que esté por encima de las personas y de sus intereses, personales o de grupo. Un proyecto para defender la caza en el que, lógicamente, habremos de perder algo. Un modelo de caza social definido y alejado de toda frivolidad. Nosotros hemos cumplido con nuestra parte del trato y hoy la caza es mucho más consciente, si no lo ha sido siempre, de su deber. Ahora toca exigir confianza, soluciones y respeto. Ahora toca denunciar comportamientos de los demás que son tan desdeñables como los que denunciamos en nuestro colectivo. Ahora toca ser, si cabe, más enérgicos y rigurosos defendiendo al colectivo y a la caza sin complejos.

La caza no encontrará justificación ni respeto ante la sociedad si la convertimos en una vara para medir nuestro ego, nuestro estatus social o nuestros recursos. ¡El negocio de la caza crecerá, pero la caza desaparecerá!

Quiero terminar con una cita de John Lennon: “La vida es lo que ocurre mientras estamos ocupados haciendo planes”. Dejemos de hacer planes y defendamos nuestra forma de vida.

Yo soy cazador. ¡¡Sí a la caza!!



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